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viernes, 3 de diciembre de 2010

Transdisciplina: articulación entre ciencia, tecnología y ética

Por Ester Cohen

Licenciada en Filosofía y en Metodología de la Investigación, UBA. Docente,UBA.Coordinadora del grupo de investigación en Interfase neurociencias psicoanálisis, Asociación de Psiquiatras Argentinos. Secretaria de redacción de la revista Neurociencias y Humanidades, Fundación para la Investigación Interdisciplinaria de la Comunicación. Autora de numerosos libros y artículos.

Ponencia presentada en el V Encuentro de Educadores de Ciencia y
Tecnología “Educación Ambiental para la Construcción de una Agenda
Regional Escolar”, organizado por la Dirección de Gestión Educativo
Ambiental de la DGCyE, en San Bernardo, 16 y 27 de Abril de 2007.
En primer lugar se enuncian las tesis que explicitan la orientación
ontológica con la que se encarará esta temática de la
transdisciplina.

- Los saberes son herramientas para operar en el mundo.
- El saber es parte de los saberes que constituyen un entramado
de valores y conceptos que circunscriben una determinada
época histórica.
- El saber humanístico no se suma al saber técnico como
adorno, y esta división de saberes responde al objetivo de
dominación del discurso hegemónico actual.
Los saberes humanos son temporales, históricos,
funcionales a determinados intereses,
visibles o invisibles, según un modo de focalizar
de un cierto tiempo.
- El saber científi co se encuentra atravesado
por cuestiones sociales, ideológicas y políticas.
- El saber y el poder se interrelacionan, cada
uno funciona según el otro. (Poder no es
igual a gobierno o poder político, sino a
capacidad de potencia o posibilidades).
- Se defi ne al sujeto como paquete de potencias.
- No se acepta la concepción de neutralidad
valorativa del saber experimental.
- Mirar es una relación que establece una
forma de vínculo, que torna visible el entramado
que arma una época.
- Las defi niciones y la época son categorías
conceptuales coextensivas.
El objetivo de este trabajo es intentar pensar
una epistemología de la transdisciplina, como
campo teórico unifi cado, para ubicar la cuestión
de la ciencia en el contexto de esta ontología
inmanentista, o más concretamente, pensar
políticas y prácticas en ciencia y tecnología,
en el contexto paradigmático del concepto de
multitud, como apuesta a un planteo ético del
saber científi co.
El concepto de transdisciplina trata de abrir
un campo teórico como espacio unifi cado,
pero no homogéneo, sino opuesto a la idea
de una asociación como sumatoria de disciplinas.
Un campo teórico unifi cado es una tesis
ontológica, signifi ca que se parte de una determinada
concepción de mundo que articula los
saberes en el seno de esa idea de mundo. De
esta manera, es posible partir de dos nociones
fundamentales que defi nen nuestra época.
Primera: el saber debe ser neutral, separado
de cualquier condicionamiento socio-histórico.
Por tanto, desligado de cualquier posición
de poder. Así se logra que ciencia y técnica
sean códigos signifi cantes separados del entramado
de fuerzas que los constituyen.
Segunda: las disciplinas son especialidades
que eventualmente pueden sumarse. La idea
de un tratamiento interdisciplinario de los
temas constituye un paliativo pero no llega a
comprender la ubicación histórico-política de
las cuestiones que trata. Por esto, un campo
teórico unifi cado, o una tesis transdisciplinaria,
implica el gesto ético de restituir la idea de que
los saberes están situados geopolíticamente, lo
cual redunda en que los sujetos se adueñan de
los saberes. Es decir, se sale de la neutralidad
valorativa que condena a la impotencia para ir
hacia un saber de sujetos ubicados en el contexto
histórico que los determina.
Por supuesto que esta posibilidad no se logra
mediante un decreto, sino que supone un
cierto cambio en el juego de fuerzas políticas
de la época, con la consiguiente gran pregunta:
¿cómo hacerlo? Por el momento, partimos
de la afi rmación que señala que los sujetos somos
productores de saberes, estos no salen de
un lugar más allá de la experiencia humana, a
la cual los seres humanos no tenemos acceso.
La ética de la ciencia y la tecnología no es
la deontología profesional de cada caso, sino
la afi rmación de que somos nosotros, los seres
humanos, quienes con nuestro hacer en
situaciones socio-históricas precisas, determinamos
el saber de la época.
La época es aquel momento histórico que
se reconoce como en el cual se pensó tal cosa.
Salir de la resignación del más allá, para instalarse
en el yo puedo de la historia, supone
68 I Anales de la educación común
un giro ético en el cual el hacer política cobra
un lugar preponderante. Política entendida
como: acciones que tiendan a recuperar los
lazos sociales, en el marco de la concepción
que supone que nada de lo humano es ajeno
a determinados juegos de poder, que ubican a
cada quien en un lugar en la sociedad, y que
por ello los saberes no son ajenos a esta ubicación
en el sistema económico-social.
Lo ético: politizar el saber
Hoy contamos con un mandato que establece
que se debe cuidar obsesivamente el pacto de no
politizar los problemas. Yo trato de romperlo.
A la hora de pontifi car acerca del sujeto
moderno y la ciencia, maquillaje para no
mencionar el modo de producción capitalista,
la mayor apuesta es a sostener el statu quo de
sujetos impotentes. Yo trato de generar un
sujeto que se sienta con la potencia necesaria
para querer vivir. (Lo cual hoy es una pretensión
excesiva).
Respecto de la neutralidad valorativa que
pretende la ciencia, esta se corresponde con la
neutralidad del Estado frente a la libertad de
mercado. Como si la economía funcionase en
un ámbito separado del modo de producción. El
Estado es garante de las relaciones de poder que
produce el capitalismo, pero nada debe parecer
lo que es, esto signifi ca neutralidad valorativa.
Así pues, el primer cometido de una teoría
ontológica de la ciencia consiste en rastrear y
desmitifi car la concepción presente de experimentalismo
instrumentalista y operacionalista,
para poner de manifi esto las imágenes
funcionales del poder. Es justo rebelarse.
La ciencia y la tecnología, trocándose en tecnocracia,
se han visto progresivamente subsumidas
al capital en los términos más rigurosos,
fundamentalmente por la transformación del
funcionamiento de la ley del valor (tiempo necesario
para producir un objeto determina su
valor de mercado).
La ciencia es parte del aparato de dominación
del capital, pero en apariencia está aislada
con respecto a las razones del benefi cio y su
asignación a una sola función del poder de
mando. (Ejemplo: el consumismo avalado por
la investigación científi ca).
Un campo teórico unifi cado o transdisciplinario
cobra su signifi cado en la tesis ontológica
que sostiene la univocidad del ser: Spinoza,
Nietzsche, Merleau-Ponty, Deleuze, Foucault.
El ser es uno, pero múltiple, y esta afi rmación
puede sostenerse de una vez –Nietzsche–;
es decir, como única sustancia –Spinoza–;
como cierto estilo de articulación de lo visible
y lo invisible –Merleau-Ponty–; como plano de
inmanencia –Deleuze–; como estilo de vida
–Foucault–.
El espacio transdisciplinario se constituye
como un modo de concebir la práctica teórica.
Retoma también la idea de praxis (Gramsci,
1972) y de práctica teórica (Althusser, 1976).
Para poder plantear un espacio teórico unifi
cado desde una tesis ontológica o una concepción
de mundo, se hace necesario elaborar
otra vertiente de pensamiento que se diferencie
del discurso hegemónico moderno que
postula dicotomías insalvables como: sujetoobjeto,
hombre-mundo, naturaleza-cultura,
ciencia experimental-humanidades.
El campo de la transdisciplina se funda en
otras premisas que intentan abrir una brecha
en el discurso sin fi suras del giro lingüístico
angloparlante, deudor del modo de producción
capitalista, del liberalismo económico y
la democracia representativa.
Educación y ambiente I 69
La lógica del capitalismo desvaloriza la experiencia
humana como transmisión intergeneracional
y obstruye la memoria histórica.
Este es nuestro mundo. Por esto, ¿cómo
sostener un tipo de práctica teórica que tome
como parámetro la salud mental como calidad
de vida?
Sobre la base de las premisas explicitadas,
el concepto de transdisciplina queda inscripto
en una tesis ontológica, contra la idea de que
la ciencia válida y confi able es aquella que
basa sus conclusiones en experimentos libres
de prejuicios.
La tesis epistemológica que constituye el
campo disciplinar de la transdisciplina se
basa técnicamente en los conceptos: plano de
inmanencia, superfi cie y azar –en su aspecto
ontológico– y de praxis y práctica teórica en su
aspecto metodológico (distinción hecha solo a
efectos analíticos).
El plano de inmanencia (Deleuze y Guattari,
1992) se constituye como entramado superfi
cial que, como plano, elimina la noción de
profundidad y de exterior trascendente, y la
organización de este juego de fuerzas se da de
manera azarosa, por lo cual la determinación
es, en segunda instancia, respecto del estilo o
modo de funcionar. La pregunta sería cómo
funciona esto y no cuál es su origen.
El concepto de praxis como práctica teórica
aporta a la transdisciplina un modo de trabajo
donde lo teórico es una forma de ver y la práctica
funciona coextensivamente con ese modo de ver.
La fi losofía de la praxis supone la historización
del pensamiento en la medida que lo
asume como concepción de mundo. El modo
de producción capitalista y la cultura angloparlante
que glorifi ca el experimentalismo,
nos somete a un modo de inmediatez donde
el pasado es para los viejos y el futuro nunca
llega. La lógica del capitalismo desvaloriza el
concepto de experiencia humana como transmisión
intergeneracional, obstruye la memoria
histórica como construcción de los sujetos
y la mantiene en un eterno presente donde no
se sabe por qué sucede lo que sucede, y sin salida
viable por estar más allá de las posibilidades
humanas; todo esto se encuentra avalado
por estudios científi cos asépticos.
Por ejemplo: hace unos años una investigación
publicada en la revista dominical de un
diario argentino exponía que los humanos ya
hemos fi nalizado nuestra evolución, porque
como el medio ambiente civilizado ya no cambiará
tampoco habrá más mutaciones para
adaptarse a un nuevo ambiente. Esto signifi ca
cómo el discurso hegemónico intenta asegurar
sus dichos en la supuesta investigación
científi ca sin prejuicios.
Contra la vaga idea de que la fi losofía es la
refl exión sobre cuestiones que se encuentran
más allá de la experiencia de la vida cotidiana,
este trabajo pretende mostrar que la fi losofía
es una actividad que se enseña y que se aprende,
o sea, es una técnica en la cual se refl exiona,
se pone en cuestión, no se da nada por
sentado o por incuestionable. Precisamente,
70 I Anales de la educación común
pensar es saludable porque ubica, centra, contiene,
fi ja límites y por ello libera de la tiranía
de la superstición, del miedo y de la inseguridad
(Epicuro, en Lucrecio,1969).
En relación con el saber científi co, resulta
interesante preguntarse a qué políticas académico-
teóricas responde esta práctica, o el
hecho de saber si existe neutralidad valorativa
a la hora de confeccionar programas de formación
de una especialidad, o cuáles serán las
herramientas teórico-prácticas necesarias a
efectos de pautar un conocimiento estipulado
como básico.
¿Qué se debe saber? ¿A qué necesidades responde
ese saber? ¿Por qué hay una dicotomía
ciencia-humanidades? ¿Por qué la ciencia y la
ética están en campos disciplinares separados?
¿Qué saberes privilegia la educación formal?
Según el discurso hegemónico actual, ni las
proposiciones científi cas, ni las fi losófi cas, ni
los juicios políticos reconocen ninguna justifi -
cación, y tampoco parece que descansaran sobre
base alguna. De acuerdo con esto, se hace
necesario explicitar la base epistemológica que
tienen, aunque lo nieguen, todas las afi rmaciones
de las teorías científi cas, así como exponer
el hilo conductor que lleva hasta nuestros actuales
conceptos de ciencia y tecnología.
La idea es poner en juego, sobre la mesa,
a estas categorías conceptuales, que darán
un marco referencial para dirimir cuestiones
complejas que no tienen respuesta por sí o
por no, sino desde una red teórica que da sustento
a tales afi rmaciones, en el seno de una
tradición de pensamiento y en el campo de las
prácticas socioculturales contemporáneas.
Contra un empirismo obtuso, ingenuo o
necio, pero sin ser un eclecticismo blando,
oportunista, el carácter de la presente crítica es
plenamente afi rmativo de un orden teórico que
establece su validez sin el visado del régimen
tecnocientífi co. Se trata de la insurrección de
los saberes sometidos, de contenidos históricos
sepultados por coherencias funcionales y
sistematizaciones formales que enmascaran la
producción histórico-política de los saberes.
El método genealógico (Foucault, 1983), a
diferencia del método hipotético deductivo,
busca el hilo conductor que lleva a que conceptualicemos
la manera en que lo hacemos, en
lugar de descubrir propiedades observables de
objetos teóricos sometidos a experimentación.
Se trata de poner en juego saberes locales, discontinuos,
descalifi cados, contra la instancia
teórica del discurso único que pretende fi ltrarlos,
jerarquizarlos, ordenarlos en nombre de
un conocimiento verdadero, en nombre de los
derechos de una ciencia que algunos poseen.
Un estudio genealógico se pregunta: ¿qué tipo
de saberes quieren ustedes descalifi car? ¿Qué
sujeto hablante, qué sujeto discurre, qué sujeto
de experiencia y saber quieren aminorar
desde el momento en que dicen: “yo que emito
este discurso, emito un discurso científi co y
¿Qué se debe saber? ¿A qué necesidades
responde ese saber? ¿Por qué hay una
dicotomía entre la ciencia y las humanidades?
Educación y ambiente I 71
soy un sabio”? ¿Qué vanguardia teórica quieren
entronizar para separarla de todas las formas
discontinuas del saber?
La genealogía respecto del proyecto de una
inscripción de los saberes en la jerarquía del
poder de la ciencia, es una especie de empresa
para desenmascarar el sometimiento de los
saberes a la neutralidad valorativa para ponerlos
como saberes en el seno de un momento
histórico como modo de producción determinado.
Ya se ha explicitado la idea de que no se
trata de encontrar una síntesis que resuelva en
un momento fi nal todas las contradicciones,
sino de instalar una concepción no dialéctica
de la negación, en la cual el sentido sea efecto,
consecuencia sin una causa previa, de una serie
de fuerzas que se constituyen, conformando
a su vez un entramado que sostiene un
modo de conceptualización. Esto implica un
orden no teleológico, no por ello arbitrario, es
un modo de determinación inmanente, es decir,
según su propio modo, tal como sostiene
Spinoza (1985), se determina como causa sui
(como su propia causa o como causa de sí).
La tesis inmanentista niega cualquier fundamento
profundo u oculto del ser, lo cual no
implica saltar al dogmatismo del positivismo
cientifi cista, sino pensar ontológicamente.
Lo que entonces implicará pensar desde un
planteo ético, dado que salir de la neutralidad
valorativa del cientifi cismo supone comprender
que los saberes están situados históricamente,
lo cual los determina en un entramado
de fuerzas. Conocer esta situación supone
conocer de dónde salen las ideas que defi nen
cada época. Esto plantea fundamentalmente
una actitud ética, dado que intenta reponer
la potencia constitutiva de los sujetos, que se
ha perdido en la tiranía del objetivismo. Por
ejemplo la publicidad de un producto lácteo
[en la que se afi rma que] “la investigación hace
la diferencia”.
Se trata de postular una concepción de mundo
afi rmativa, superfi cial, plena y materialista.
Dado que no disponemos (según creo) de un
orden preconstruido para defi nir esta organización,
entonces las prácticas teóricas, culturales,
históricas, políticas, científi cas son las
que hacen posible la constitución del ser de lo
que existe para nosotros.
La compleja dinámica de la conducta puede
explorarse en las interacciones superfi ciales
de los cuerpos en el plano de la inmanencia,
delimitado por los márgenes exteriores de
la imaginación contemporánea, del campo
contemporáneo de las prácticas, sin apelar a
motivos profundos u originarios o a planos
espirituales transcendentes a la experiencia
humana.
Hablar de experiencia humana es suponer
que el poder es el poder concreto que todo
individuo posee, y que al parecer cede total
o parcialmente para constituir un poder, una
soberanía política en una operación jurídica
que es del orden del intercambio contractual,
por ejemplo: votar en una democracia representativa.
Se trata de plantear como objetivo el
subrayar la importancia de poner de relieve los
matices que defi nen un antagonismo.
Una vez que dejamos de enturbiar las cuestiones
con oposiciones netas y reconocemos,
en cambio, la especifi cidad del antagonismo,
podemos comenzar a proponer matices más
sutiles en nuestras categorizaciones.
La pregunta es otra, porque el terreno teórico
es otro, las cuestiones no son eternamente
pertinentes, es decir, que siempre se presentan
en un contexto que posibilita su formulación.
72 I Anales de la educación común
Pero no como delirio o fábula, sino desde la
concepción de la realidad humana como histórica,
o sea no natural, y como cultural y por
tanto, fi ccional; es decir, siempre mentirosa,
dado que no contamos con una verdad absoluta
y trascendente en sí, como contrapuesta al
nivel de lo fenoménico. De allí que no se trate
de pensar el apego del pensamiento o del aparato
cognoscente a la realidad objetiva.
La pregunta por el objeto teórico del cual trata
la ciencia se encuentra hoy en el terreno de la
defi nición de subjetividad como producción,
como efecto de plegado de la exterioridad en
una interioridad, como un modo de existencia,
como un estilo de vida. Aquí se abre entonces el
campo teórico de la transdisciplina.
Estas tesis deben ser defendidas de manera
seria, no en el sentido idealista de que la realidad
no existe y solo la soñamos, dado que la realidad,
para cualquier buen fi lósofo, no es lo que está
allí afuera, sino lo que se acepta como realidad.
La realidad humana de la cultura es discursiva,
de esta forma vamos hacia la cuestión de
las creencias, la pregunta que se formula es:
quién cree, qué cosas. El discurso se constituye
como sentido de un momento histórico,
y allí se determina qué cuestiones cobran
relevancia, se hacen visibles, a la luz de qué
factores arman un orden de discurso.
Es necesario salir de la ambigüedad a la que nos
ha sometido la concepción del giro lingüístico angloparlante,
en la cual, se deben decir cosas tales
como: “si se acepta la función referencial del lenguaje,
quizás esto podría ser designado como...”.
Así podremos instalarnos más cómodamente
en una concepción ontológica del lenguaje
como constitutivo de la subjetividad, o sea,
como organizador de la realidad.
De esta forma se acepta el paradójico decir
que constituye el ser del sujeto, que arma un
proceso de relación simbólica con el mundo.
Esa “inclusión de la distancia” en el propio
discurso sirve para darle un lugar a lo real y,
entonces, no volverse loco. El apego vigente
al textualismo o a la objetividad absoluta que
puede resultar siniestra y hasta psicótica.
Hay un modo actual de ignorancia que tiene
que ver con las especializaciones y la falta de
visión de conjunto. En ese sentido, la famosa
Tesis 11 de Marx, no es una tesis científi ca
sino un grito de guerra fundamentalmente
ético, un llamado al combate para reapropiarse
de la historia y de la potencia humana.*
Se trata de lograr una práctica que permita repensar
el mundo, superar la ignorancia de la especialización
y comenzar un reencuentro entre
la política y la fi losofía y la mutua independencia
de la ciencia y de allí a las demás disciplinas,
para llegar a concebir a la práctica teórica como
un modo de obrar sobre la realidad.
Por ejemplo, no se trata de afi rmar simplemente
que Freud tenía razón y que las disciplinas
positivas dominantes vinieron a confi rmar
científi camente aquello que en el psicoanálisis
parecía retórica pura. El punto central a considerar
es que el antagonismo o la articulación
necesitan un terreno epistemológico desde el
cual esta cuestión pueda ser dirimida. Allí es
* Las “Tesis sobre Feuerbach”, escritas por Karl Marx en 1845, fueron elaboradas acerca de Ludwig
Feuerbach, fi lósofo alemán del siglo XIX (1804-1872), para plantear el proceso mediante el cual
se logra el conocimiento. En la Tesis 11, Marx plantea que no basta con interpretar de diversos
modos el mundo, sino que hay que transformarlo [N. de C.].
Educación y ambiente I 73
donde la refl exión transdiciplinaria cobra sentido,
como herramienta teórica para explicitar las
cuestiones ontológicas que subyacen a los antagonismos
planteados en nuestra actualidad.
Pero ¿acaso suponemos que hay una línea
de investigación que progresa de lo simple a
lo complejo, o lo hace de lo erróneo a lo verdadero?
Allí vamos, comencemos por hacernos
esta pregunta.
Primero es necesario tener en cuenta que
no se trata de tomar una decisión. La tesis
ontológica inmanentista explicitada en este
trabajo intenta aportar la siguiente hipótesis:
toda teoría es la formalización de una creencia
indemostrable de manera experimental.
De allí que no haya posibilidad de dirimir el
problema a través de un experimento, sino que
se trata de rastrear el hilo conductor que lleva a
las categorías conceptuales que abren, marcan,
determinan, un terreno teórico-ontológico desde
el cual se formulan las cuestiones.
La visión de un problema y su conceptualización
son categorialmente coextensivos y ambos
constituyen la realidad, lo cual no es un planteo
de círculo vicioso, sino que es la puesta de un
orden de razón que guía las refl exiones.
La fi losofía brinda herramientas conceptuales
para abrir las temáticas a otros relatos, a
otras efectuaciones de sentido. Por ello, vale la
pena distinguir entre los conceptos de experimentación
científi ca y de experiencia humana
como creación de sentidos, en un lugar desde
donde la enunciación queda determinada por
factores socio-históricos.
Tal como ya se ha postulado, las teorías
científi cas no dependen meramente de la capacidad
experimental, sino que se constituyen
desde un modo de mirar, desde un relato que
articula lo que podrá ser visto.
Una teoría científi ca depende del estilo de
conceptualización que se ubica históricamente.
El lugar de la enunciación está geopolíticamente
marcado. Hacer fi losofía es conocer el lugar
propio desde el que se enuncia, y se sostiene en
el placer de hablar en ese mismo nombre.
La diversidad o la alteridad no son naturales,
se producen en un discurso que establece, de
esta forma, lo que se considera normal o anormal,
avanzado o atrasado, inferior o superior
en un momento histórico dado.
Las “humanidades” como teorías dan la
posibilidad de descifrar los criterios ideológicos
que confi guran un régimen de discursos,
que producen una subjetividad, por tanto, un
modo de elucidar la constitución del saber.
Se trata de sostener: un antinaturalismo
para pensar el ser social; la historicidad de las
categorías teóricas; y la praxis como concepto
que conjuga la teoría como práctica.
Epistemología de la transdisciplina y multitud
Se ha establecido un orden discursivo, y por
tanto lógico, que da marco teórico a la posibilidad
de relacionar la investigación científi ca con
Se debe lograr una práctica que repiense el mundo,
supere la ignorancia de la especialización
y reencuentre la fi losofía y la política.
74 I Anales de la educación común
bienestar y calidad de vida, en el contexto del
concepto de multitud (Negri y Hardt, 2005).
El lugar de articulación es esta superfi cie
donde se conjuga la vida como política, lugar
epistemológico de la transdisciplina, desde
donde se enuncia multitud. (Negri y Hardt,
2005) como concepto de clase.
Tres afi rmaciones a explicitar:
a. las perspectivas no tienen centro (escotoma);*
b. la totalidad es expuesta al concepto, sin plus,
sin afuera, sin inefable;
c. la clase se constituye en y desde la lucha
(como acontecimiento).
a. Subrayo en Nietzsche el gran secreto del
concepto de perspectivismo: hay perspectivas,
pero no están referidas a un lugar que las centralice
en un sentido teleológico. El signifi cado
de la afi rmación de la muerte de dios es que
no hay referencia central trascendente, verdadera
en sí y ahistórica. Escotoma (mensaje
fundamental de El Código Da Vinci [de Dan
Brown]) supone que solo se ve lo que se puede
ver desde una perspectiva histórica, desde un
relato y que no hay grado cero de la cultura. El
concepto de producción de subjetividad propone
que la misma se constituye en esa articulación
entre lo que se puede ver y lo que no se
puede ver, pero no como una cuestión moral
o de legitimidad impuesta por un gobierno de
turno, sino que lo subjetivo es ese modo de
funcionar, así, de esa manera singular, histórica.
Lo real funciona, no es en sí.
b. El mundo es lo que se puede ver y su determinación
es histórica. Esto signifi ca que la
totalidad de lo que se puede ver está expuesta
al concepto. Que el sentido es sólo inmanente,
que se afi rma de una vez, totalmente. Esto
implica: sin ninguna clase de trascendencia,
lugares exteriores o lugares sin posibilidad de
palabra o lugar de neutralidad. Lo que hay, es
lo que se articula en el plano de inmanencia.
c. De esta manera, el concepto de multitud
puede pensarse como una línea de fuerza
que se constituye en cierto modo de juego
de fuerzas histórico-políticas. Multitud es un
concepto de clase, se forma en y por la lucha
por establecer determinados intereses de
clase. La clase no preexiste a su constitución.
Por eso clase social no es igual a clase obrera.
La clase social se determina por el nivel socioeconómico.
Mientras que la clase obrera se
determina como grupo humano que se sabe
con el poder de defender sus intereses. Los
lugares sociales no son naturales, son absolutamente
históricos. Por lo cual, la producción
de subjetividad es política en su acepción de
constitutividad socio-histórica.
El discurso de la modernidad ha construido
para legitimar el poder de las leyes burguesas a un
otro colonizable, inferior, víctima, anormal, criminal,
que debe ser controlado porque es violento
y peligroso. Este discurso ha sido incorporado,
naturalizado por el que se siente impotente.
La idea de multitud como defensa de los
intereses de la humanidad avasallada supone
que actualmente no existe tal entidad, y que
recién comenzará a existir cuando los seres
humanos nos veamos a nosotros mismos
como seres potentes, creadores, cuando salgamos
de la rabia, el miedo, o el llanto continuo
por la muerte de dios o la pérdida del paraíso.
* Desde el punto de vista médico, se trata de una zona circunscrita de pérdida de visión, mancha
oscura más o menos extensa debida generalmente a una lesión en la retina. [N. de C.]
Educación y ambiente I 75
Constituirse como multitud, frente al avasallamiento
imperial, implicará encaminarnos hacia
una mejor calidad de vida. Actualmente compramos
el discurso de la división de los saberes y
hacemos funcionar, por separado de sus condiciones
histórico-políticas, a cada uno de los campos
disciplinares. El antiguo “divide y reinarás”.
Este texto quiere ser un llamado a pensar
en la práctica educativa como una práctica
política. Una práctica que ponga el acento en
la intensifi cación de las relaciones sociales
frente al individualismo, en la inquietud de
sí (Foucault, 1982) como modo de estar en el
mundo; en el cuidado del otro; en el pensar,
como terapia frente al miedo que provoca la
ignorancia, en la politización como construcción
de lo común.
Supone la potencia del no tener un fundamento
trascendente desde el cual actuar y, desde esta
situación de intemperie, poder hacer.

Bibliografía*
Althusser Louis, La fi losofía como arma de la revolución. México, Siglo XXI, 1976.
Deleuze, Gilles y Guattari, Félix, ¿Qué es la fi losofía? Madrid, Anagrama, 1992.
Epicuro, “Carta a Meneceo”, en Lucrecio, De la naturaleza de las cosas, Madrid, Espasa-Calpe, 1969.
Foucault, Michel, Las palabras y las cosas, Una arqueología de las ciencias humanas. México, Siglo
XXI, 1983.
— — —, Vigilar y castigar. Madrid, Siglo XXI, 1982.
Gramsci, Antonio, Introducción a la fi losofía de la praxis. Barcelona, Ediciones Península, 1972.
Merleau-Ponty, Maurice, Lo visible y lo invisible. Barcelona, Seix Barral, 1970.
Negri, Antonio y Hardt, Michel, Imperio. Barcelona, Paidós, 2005.
Spinoza, Baruch, Tratado teológico-político. Tratado político, Tecnos, Madrid, 1985.
* Por razones de edición solo se consignan en esta versión impresa las obras de los autores mencionados
en el texto. La bibliografía completa se encuentra disponible en la versión digital de esta
revista, en www.abc.gov.ar

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